Plantamos árboles y arbustos autóctonos porque captan el CO2 atmosférico, mitigando así las emisiones de CO2 realizadas por el hombre; producen O2; desprenden vapor de agua, que favorece las lluvias y disminuye la temperatura del medio donde se encuentran; aumentan la infiltración del agua de lluvia en el terreno, disminuyen la erosión del suelo y protegen contra la desertificación.
Además, son el hogar de multitud de especies animales a los que proporcionan comida y cobijo, y constituyen comunidades vegetales de gran biodiversidad, que son mucho más resistentes a los incendios que los pinos, pues tras el fuego muchos de los árboles y arbustos no mueren y vuelven a brotar.
En la ciudad, los árboles son fundamentales para mitigar los efectos del cambio climático y luchar contra el efecto isla de calor, pues con el agua que desprenden y la sombra que proyectan disminuyen la temperatura del ambiente, además, absorben contaminantes y también ruidos.
Los árboles nos conectan con la Naturaleza de donde provenimos y no solo nos hacen sentir mejor, sino que nos hacen mejores.
