El sábado al atardecer fui a visitar la zona repoblada por los voluntarios de ACCCgranada en el Parque Periurbano. El autobús me dejó junto al cementerio y para eludir los muchos coches que bajaban del Llano de La perdiz, tomé el tranquilo camino que discurre junto a la tapia del cementerio. Cuando llegué al final del muro, me acerqué a ver el lentisco, de tres años, que sembré a primeros de octubre junto a una pequeña retama, única planta que había crecido entre los pinos carbonizados en el incendio. Fue una siembra testimonial, el comienzo del proyecto que ahora, gracias a los voluntarios, ha sembrado centenares de árboles y arbustos un poco más arriba. Me gusta ir a verlo y comprobar que aún sigue ahí, vivo y creciendo, en parte debido a mis riegos.
La bonita vista que hay desde allí se ve ensombrecida por la deprimente presencia de los pinos quemados, pero entonces, el canto de una perdiz que salía de entre los árboles muertos me alegró el espíritu y me mostró cómo hasta en los lugares más inhóspitos la vida se abre paso lentamente.
Al llegar a la zona repoblada, mientras comprobaba cómo la mayoría de las plantas sembradas siguen vivas (algunas encinas puestas el 26 y 27 se han secado, posiblemente por tener dañadas las raíces), una pequeña liebre comenzó a correr delante de mí. A pesar de que hay bastante hierba en la zona repoblada, deben de gustarle las gayombas, pues ya se ha comido varias. Los lentiscos y aladiernos están todos vivos y con buen aspecto, pero las bellotas germinadas que sembramos no han brotado todavía. Espero que lo hagan pronto, ya que la tierra guarda aún bastante humedad. Si no llueve, a primeros de marzo tenemos que ir a regar.
Cuando regresaba caminando, ya casi oscurecido, de los muros de la Alhambra salió un zorro que cruzó la senda peatonal por delante de los sorprendidos turistas que preguntaban qué animal era. Esquivó un coche, seguro que no es la primera vez que lo hace, y se internó tranquilo entre los árboles del bosque de la Alhambra. Un bonito paseo.
